La somos

Ahí estamos, somos eso
el fin del principio
el camino hacia el fin
la foto del principio

todo somos
la huella del viento, la mentira del tiempo
la nada
que duró tan poco
y creó lo que somos
para desintegrarse
suicida
a sí misma

vamos solos, vamos juntos
cada uno en su momento
cada uno
solo
en su tiempo

somos la savia que muere
en la lava el volcán
somos el destino prefijado (redundancia necesaria)

no hay más manera
de ser lo que somos
no hay más manera de entendernos
que mirándonos
desde el destino

la causa y el efecto somos
y el efecto de la causa del efecto
seremos
que también, vida imperceptible
ya somos

del mismo instante partimos
y miramos
juntos, y solos
al mismo instante

somos la reacción en cadena
de todo lo que somos
eterna, transparente a nosotros
que inconscientes de ella
no la vemos, no la sentimos
no la creemos
pero siempre la somos.

Clona

La sombra de la luna
el brillo penetrante por la hendija y castiga
la luz que nunca se calla
y otra vez la telaraña, enredada en mi Zama

La canción perdida entre paredes viejas
el grito acunado por tu espanto
un perro moribundo que suspira
y el silencio venerado, después del llanto

Sube el canto a la cima
se anuda en mi cuello
baja el cielo y cobija
el pecho solo y sangrado

El sol de un viejo maya
calienta la poesía
la frase nunca dicha
la curva de un olvido más
que cierra los ojos, pero impide soñar.

La piedra

Mientras la piedra, inerte, se derrite
las ansias crecen
los ojos estorban
las manos tiemblan.

Cuando la piedra sea agua
no habrá más ansias
los ojos mirarán sólo hacia adentro
y las manos serán rocas, eternamente cruzadas.

Ilusas

…los anfitriones sacaban hábilmente la comida de la heladera, como si nada pasara, sin tocar las cabezas y sin mirarlas, tal vez por acostumbramiento, haciendo de cuenta que no estaban, o ignorándolas a propósito. Eso nos contagiaba y fingíamos igual indiferencia. Impregnados de tal realidad nos sentamos a la mesa, muy bien servida, al vino fresco y la comida lista, comensales indiscretos conversando de todo menos de ellas, insolentes cabezas cristalinas, que seguían ahí, cercanas, inquietas, pregonando atención toda vez que se abría la heladera, suplicando con los ojos, pegadas a nosotros, insistiendo, al principio constantes, luego con menos obstinación, presentes, pero a cada momento un poco más lejos, como yéndose despacio, como que la falta de miradas las llevaba lentamente al fondo, a un fondo invisible, a ir escondiéndose bien profundo en el hielo, en un fondo sin tiempo ni vida, ni día ni noche, hasta no me acuerdo cuándo y hasta ya no estar más que en nuestros sueños, lejanas, atemporales, a vivir solo en el recuerdo difícil que nos quedó de ellos, de ellas, del frío y de sus muecas, y perpetuarse únicamente en las preguntas que me hago, y que cada uno de los que almorzó allí ese día se hará siempre, hasta creernos que ya no están, y que nunca estuvieron, hasta hacernos carne en la mentira que nos inventamos, hasta callarlas y callarnos a nosotros mismos; cabezas inútiles, soberbias, ilusas, que alguna vez creyeron, al igual que nosotros, que las daríamos por vivas.

Mirá

Mirá el esclavo, que no escapa de su ira
mirá su mano, como se tuerce y no llega
los ojos sucios pegados al espejo
mirá, mirá como mira, y no ve nada.

Pobre esclavo adormecido
miralo como se consume y se vacía de sueños
mirá como pide perdón sin razón, con temor
pobrecito, miralo sin lástima, miralo con despecho.

Mirá sus piernas pidiendo coraje
su boca queriendo gritar fuerte, y mirá
como la cierra cobarde, temblando
con miedo al dolor, al pasto, al olvido.

Mirá al esclavo, mirá su pecho
qué poco se infla, y ya casi no bombea
mirá como pierde, la cordura triste
y la compostura, otrora envidiada.

Mirá, no piensa ni canta ni ríe
no llama, ya no huele el perfume, la sal
mirá su gesto amargo al tragar sin goce
el banquete que la vida le regala.

Mirá al esclavo, como ruge de angustia
y no dice nada, ni al cielo, ni al ayer
no dice hoy ni mañana, nada... nada!
No cree, y no quiere romper sus cadenas.

Mirá, miralo por favor! Abrí los ojos!
Rompete en tu propio espejo cagón!
Golpeate con bronca esa cara, la vida!
Mezquina y egoísta expresión desolada, golpeala!

Esclavo de vos mismo, estás mirando si verte
gritando sin creerte, llorando sin mojarte
soñando sin dormir, andando sin avanzar
estás muriendo, esclavo... estás muriendo sin vivir.

Ojo por ojo

Agua bendita para el magnate
flores grises para el pocero
hojas de hierba para el poeta
y máscaras de hierro al cobarde

Mentira impiadosa al embustero
relojes para el tiempo perdido
joyas de la abuela para la abuela
y cargas al hombro a los verdugos.

Fruta madura a la experiencia
ríos turbios de sangre azul
media luna para el sol muriente
y nubes eternas para sus ojos.

Un perro delirante para el hueso
robada víctima del cuervo
y cuervos hambrientos para la carne
que el pasado prometió juzgar.

Años

Un vaso sucio 
coloreado
rojo punzó
agobia sin espuma
hiela el silencio
desluce la foto

una lágrima invisible
una carcajada fingida

el muzgo pinta bancos, verdes y vacíos 
y abraza, disimulado, la fuente seca

la sombra cansada
valida la hora


el viejo mira
gasta la esquina
mira
escapado de otra tarde


sin aviso, sin sonido
un viento llega
sin permiso
y rompe el vaso
seca la lágrima
sincera la carcajada

vuelve a agradar la foto

y en la esquina
silencioso y quieto
el viejo ríe

el viento no lo toca

entiende, creo
que no son otras
la esquina, ni la fuente
ni es otro él
que ríe, una vez más
de la nada que ha quedado

La Mano

La mano casi no se mueve, ni un soplo viejo la estremece, ni la sangre densa que le corre a empujones.
Mira y piensa, encrucijada.
De vez en cuando monta en cólera, pero pertinente, siempre pertinente, no sea cosa...

Insegura, sufre, late, y ya no canta.
Come de sus uñas sucias, devora sin culpa su carne.
Lame con asco su propio sudor.
Sus jugos vitales mojan su sombra con desidia, ya sin vergüenza.
Hasta la respiración, que es lenta y esquiva, parece abandonarla.

A veces duerme, pero en el sueño vomita histeria. Nunca descansa.
Se pudre de a poco, mira de reojo, con bronca, con impotencia.

La mano no habla, pero aulla nerviosa.
No pide ni da, no ofrece nada, y tampoco reclama. No reza, no quiere ayuda. 

La mano va a morir, pero no despierta, ni ruega, ni nada.
Solo está, por ahora.
Inconclusa.