Perdón

Como quien busca matar un demonio que empuja de adentro, se presiona fuerte el estómago y dobla con violencia su cuerpo temblante. Mira a todos alrededor. Por momentos se sienta, mira hacia arriba, transpira, y otra vez se para y camina. Vuelve a sentarse. Grita que mantengan distancia, que nadie se le acerque. Parece desesperar, se confunde, tiembla, repite, balbucea. De pronto aparenta calmarse, habla mejor, retoma el control de su voz y explica; intenta explicar, pero la serenidad dura poco, la voz se le transforma otra vez en un hilo agudo y palpitante… vuelve a desesperarse…

“Sáquenme de acá por favor. Entiendan mi desconcierto. Estoy pidiéndoles ayuda, ¿no se dan cuenta? ¡Sino ya lo hubiese hecho! Me desespera esto. No sé más que hacer. Esta presión me lleva de a poco. Hagan algo por mí, por favor. No fue mi culpa. Solamente quería dormir. Nada más. Era tarde. No me lo sigan echando en cara. Si nadie se levantó, nada, me dejaron a mí. Y yo tuve que hacerme responsable. ¡Qué querías que haga! No me mires así, vos hubieras hecho lo mismo. Tantas veces lo hablamos. Ya no lo puedo seguir repitiendo. Por favor, ayudame, ayúdenme. Alguien que entienda. No puedo seguir con esto. No soy cobarde, ni valiente, nada. No lo hice por mí. Como siempre, como toda la vida, no pensaba en mí. No sabía qué podía pasar. Con esos gritos inentendibles. Hace tanto y todavía no lo supero. Por eso pido que me ayuden. Si no me pueden salvar, por favor ayúdenme a decírselo. Quiero que sepa por qué hice eso. Qué sepa de mi amor. Yo se lo dije, pero creo que no me escuchó. Eso me mata aunque no quiera, por eso desearía irme, a decírselo. Quiero y no, por los demás. Se fue pidiendo ayuda. ¿Entienden? Pidiendo ayuda se fue. Sí, entienden. Lo que no entienden es mi dolor. Mi arrepentimiento. Mi vida desesperada. Mis días cortos y oscuros. Y las noches, perpetuas, impostergables, en las que esos gritos me siguen calando el corazón. A la misma hora, todas las noches. Todas las noches. Escucho los gritos. Otra vez, esos gritos. Y vuelvo a despertarme, si es que pude dormirme y no sigo todavía en vela esperándolos. Porque siempre vuelven. ¿Saben? Siempre vuelven. Y me levanto. Y otra vez trato de espiar por las hendijas del postigo. Y no veo nada. Y me vuelvo a acostar. Vos dormís. Todos duermen. Pero los gritos siguen. Y otra vez pruebo ver por la otra ventana. Y ahí veo la sombra. Pero el sueño no me deja enfocarme, me confundo. Y no sé bien de donde viene la sombra. Trato de adivinar qué luz la proyecta. Trato de ver qué pasa, quién es, quiénes son. La sombra se mueve, es como que se retuerce. No puedo darme cuenta. Pienso. ¿Qué hago, salgo? Mejor no, todavía no. No sé qué pasa. ¿Y si es una trampa? A ver si todavía... A ver si quieren entrar acá. Mejor espero. Y de nuevo el grito ahogado. Y un golpe. Le deben estar pegando a alguien. Algo de eso debe ser. Sino no se explican esos quejidos. No entiendo si pide ayuda o qué. ¿Por qué no corre? Voy a llamar a la policía. Tengo que hacerlo. Pero no sé qué hacer. Si llamo me van a preguntar, y después… no, no quiero que nadie me venga a buscar. Podría hacer un llamado anónimo, pero no, van a venir, se van a dar cuenta. No. No llamo. Espero, debe ser una pelea más, siempre hay gente que pelea. Además me parece que todos los gritos no son de la misma voz. Bah, no sé, es difícil darse cuenta de eso, pero sí, no es la misma voz. Entonces no es tan grave. Debe ser entre dos, o más. Si le estuvieran pegando a una sola persona sería más grave, y entonces sí tendría que llamar a la policía. Pero si son dos, que se arreglen. Ya se van a cansar. Aunque no me queda claro si son dos las voces, o es la misma. Es difícil, suena tan desgarrada que no me doy cuenta. Mejor me voy a acostar. Tengo mucho sueño. Ya se van a ir. O alguien va a salir, o van llamar a la policía. Yo no me voy a meter. No me gustan los problemas. Si nosotros nunca nos metemos en líos. No me voy a involucrar. Algo debe haber para que esté pasando esto. A mí nunca me pasan esas cosas. Las cosas les pasan a los que las buscan. Los problemas no vienen solos. Me voy a dormir, yo mañana tengo que trabajar. Seguramente esta gente no, esa es la cuestión. No tienen nada que hacer. Que se arreglen. Si sale alguien mejor, así se dejan de hacer ruido. Y sino que me importa. Ya se van a callar, no puede durar toda la noche… ¡Pero por dios! ¡Siguen! ¡No me voy a poder dormir! ¡Cómo puede ser tal falta de respeto! ¡¿Qué hago?! ¿Y si prendo y apago alguna luz de afuera? Capaz que se dan cuenta y se van. No. A ver si en vez de irse se la toman con nosotros. ¿Podrá ser que nadie salga? ¡¿No hay un vecino que se apiade y salga?! ¡Esos quejidos me duelen a mí carajo! Si alguien sale yo también. Algo hay que hacer. Voy a esperar un poquito a ver si alguien se anima, o por lo menos prende alguna luz. Si algún vecino se asoma yo lo acompaño, así somos más, por las dudas. Por la ventana del costado no se ve nada, me tapa esa maldita planta que no quise cortar. Si pudiera ver un poquito, quizás me tranquilizaría. Algo de culpa debe tener quien esté quejándose así. Prefiero pensar eso. Así no me hace tanto mal. Sufro mucho el dolor ajeno, me da compasión. Por suerte tengo buena habilidad para encontrar la culpa de cualquier sufrimiento, que generalmente es de quien lo está padeciendo. Cada uno carga y sufre por sus propias debilidades. ¡Que alguien me demuestre lo contrario! Con eso no solo me libro de culpa yo, también logro no deprimirme. Sino después no me puedo dormir. Sé que no está bien. Siempre me lo cuestioné, pero nada más desde la teoría, nunca en una situación límite como esta. ¿Qué? ¿límite dije? No, no es una situación límite, para eso deberían estar involucradas personas de bien, y dudo que estas personas lo sean, peleándose a esta hora. No sé qué hacer. Alguien más debe haber escuchado. Y si todavía nadie salió, entonces no me debo estar equivocando tanto. Son tiempos muy difíciles, no te podés meter así no más en problemas. Antes las cosas se arreglaban con un par de trompadas los hombres, o tiradas de pelos las mujeres, ahora te matan. ¡Hay un auto! ¡Llegó un auto! ¡Paró ahí! Pero no apaga el motor. ¡¿Qué carajo pasa?! ¿Abren una puerta? A ver, no veo pero por el ruido me parece eso, por lo menos una puerta del auto abrieron. Debe ser viejo, por el ruido del motor. Pareciera que se están calmando. Están hablando. No entiendo nada de lo que dicen. Ya no gritan. Por ahí es la policía. No veo las luces de la policía, pero pueden estar de civil. Ojalá que sea la policía así se llevan a quien sea y listo. Yo si me preguntan voy a decir que no vi ni escuché nada. Que ni siquiera me desperté. Por ninguna de las dos ventanas que dan a la calle puedo ver. Ya ni veo las sombras. Me parece que se tranquilizaron. Hablan despacio, el auto sigue en marcha y casi no se escuchan. Menos mal. Ya me estaban afectando los nervios y dando dolor de panza. Ya se van a ir. Tengo que dormir. ¡Pero la puta, ahora no tengo sueño! Ya se me fue el sueño. ¡Por Dios! Voy despacio a la cocina, en medias, para no despertar a nadie. Aunque si no se despertaron con esos ruidos... Me guío con las manos y con la poca luz de los faroles de afuera. Prendo la luz chiquita de arriba de la mesada. Con ella me basta y de afuera no se percibe. Afino el oído para tratar de escuchar algo más y ya calmarme del todo. Me siento. El auto no se apaga. Llega otro con una sirena. No logro serenarme del todo. Pero ya está pasando. Seguro en un rato se van, se llevan a todos y listo. Es rico el té caliente haciendo tanto frío. Estoy con poca ropa, de los nervios ni me di cuenta del frío. Recién ahora voy tomando consciencia. Menos mal que no salí. Despacio me voy yendo a mi cama, a hacerme que duermo. Tengo más frío. Y ganas de llorar. Ahora que estoy bajando mi tensión, me relajo y vuelvo a sentir. Regulo la estufa. Cierro los ojos. Camino con los ojos cerrados. Respiro hondo. Lloro, no entiendo por qué, lloro mucho. Desde el pasillo de las piezas escucho pasos que se acercan por la calle o la vereda. Golpean las manos en nuestra puerta. En nuestra puerta. ¿Por qué? ¡Por qué en la nuestra, y no en frente o al lado! ¡Por qué ese maldito golpe en nuestra puerta! Finjo que no escucho. No quiero escuchar. ¡No! ¡No quiero escuchar más ese golpe! ¡¡Basta..!! Vuelven a golpear. Hace tanto tiempo y siguen golpeando, y no se van, nunca se van. En nuestra puerta me duelen los golpes. Afuera nunca no se callan los gritos. Y adentro, los pasos y los golpes y los gritos, que me llevan otra vez a su habitación, como tantas noches, para que no se resfríe, a cubrirle la espalda, con esa manta ya para siempre vacía. No podía yo saberlo, si cuando me acosté estaba ahí. ¡Cómo iba a imaginarlo! ¡¿Por qué?! Ya no lo soporto. Quiero terminar con esto. Sé que no fue mi culpa, pero no dejo de sentirla. No voy a seguir. Perdónenme todos, ya no necesito ayuda, me voy, me voy, a pedirle perdón.”

Mi deber cumplido

Anuda la manga estirada del pulóver, parece confundirse, cruza una pierna por debajo de la otra, escribe:

“Todavía me cuesta creer que pude salir. Pensé que no lo iba a superar, con lo reciente que es, por suerte me parece lejano. Ahora que lo tengo más claro, me gusta recordar, un poco lo disfruto.

Te dejo esto para que sepas que estoy bien, y para volver a agradecértelo.

Sé que mucho de lo que viví fue gracias a vos, y nunca voy a olvidar que fuiste vos quien me acercó, y cuando pasó un tiempito casi no me conocías, de cómo me había fanatizado. Pensar que yo ni sabía que existía, y qué importante se volvió después…Cuando a lo lejos comenzaba a verle la cara, que nunca importaba que estuviera lejos, porque brillaba de una manera que acortaba distancias… Y empecé a escuchar su voz, y a disfrutarla… ¡qué locura esa voz! ¡Y esos ojos! Y de a poco me fui interesando en su vida, y me gustaba aprender lo que me enseñabas, de esa vida agraciada, quizás demasiado agraciada, tan llena de éxitos, tan arriba de nosotros… quizás demasiado.

Fueron momentos imborrables que hoy, a pesar de todo, me siguen llenando el alma… igual que cada una de las veces que estuve cerca, aun anónimamente, sin que se diera cuenta, cerca con el corazón. Aquel cruce de miradas en el pasillo, haciendo míos esos ojos que no hubiese querido devolverle nunca, cómo voy a olvidar esos momentos.

Ahora que veo todo lejos, me reconforta. De verdad creí que me iba a terminar. Y pensar que al principio, acercarme y rozar su piel eran deseos quiméricos. Jamás pensé que me lo iba a permitir.

Me acuerdo cuando decía que nos ponía pidiéndonos que vayamos en secreto a algún lugar, para dejarnos esperando algo que no iba a llegar nunca. Y decía que lo hacía para ver si seguíamos fieles. ¡Cómo no íbamos a seguir fieles! Yo por lo menos… tengo la conciencia tranquila, nunca defraudé sus proposiciones, y no las voy a defraudar, eso seguro. ¡Eso es amor che!

Con decirte que una vez corrí casi treinta cuadras desde casa hasta la ruta porque decían que iba a pasar. Bah… qué te voy a decir a vos, si estabas conmigo, siempre estabas conmigo, no te ibas nunca… Yo jamás había estado tan cerca, iba a ser la primera vez y cómo corrí… bien fuerte, todo lo fuerte que pude... Ya sé que fue en vano, pero no me molestó, igual me gustó hacerlo, aunque nunca haya pasado. Demostrarle amor y devoción incondicional me llenaba de orgullo.

Siempre voy a adorar su genialidad, su estampa, su manejo de los tiempos, todo ese éxito magistralmente manejado. ¡Qué manera de triunfar! ¿Por qué siempre estuve tan lejos de eso?

Sé que si no hubiese sido por vos, yo seguramente no… No entendí esa mirada tuya, igual te lo agradezco.

Vos también debés tener unos cuantos recuerdos.

Pensar que me fuiste a buscar y casi nos peleamos porque yo no quería volverme. Es que era el momento, ¿cómo puede ser que nunca lo hayas entendido? Estaba ahí, cerquita, a mi alcance. Me había preparado mucho para eso, para que no se me vaya, ¡cómo me iba a volver con vos! Si estaba ahí, en la salida, ¡ahí, en el pasillo!, con la sonrisa abierta y los cristales de la ducha brillándole en la cara… con el pelo mojado, con ese cansancio satisfactorio de haber conmovido a tanta gente, todo eso en frente mío. ¡Y el guiño! Ese que solamente yo capté. ¡Cómo me iba a volver con vos! ¡Si me hizo un guiño como creo nunca le había hecho a nadie! Y no era para vos. Ojalá algún día te convenzas de eso.

No me acuerdo muy bien del taxi viejo que paré primero, y que dejé ir porque no le tuve fe, no sé por qué no pude retener eso… del otro sí, del más moderno sí me acuerdo, que llegó en seguida, como si me lo hubiese mandado invitándome, de ese sí me acuerdo, pobre taxista. Y de vos… subiéndote de última, casi resignándote a no poder convencerme. Tengo todo tan presente… como si hubiese sido ayer. Está bien que no pasó tanto tiempo, pero para mí fueron siglos. Esos minutos larguísimos que parecían estancarse, hasta que al final salió y asomándose entre la curiosidad de la gente me miró ¡A mí me miró! Bajando apenitas la ventanilla pudo filtrar un rayito de luz de esos ojos para mirarme, y solo con eso llamarme, urgente. Así, sin decir nada. ¡Urgente!

A veces siento que me mira igual que aquella vez, con esa sonrisa compinche que sacaba.

¡Cómo no iba a irme en su búsqueda! Si con esas miradas estábamos pactando secretamente la persecución, procurando que nadie lo notara, solamente con un guiño. No podía no ir, ¡tenés que entenderlo!

Qué lindo fue el juego, algo previsto sin prever, un juego que empezó a las pocas cuadras, y no porque yo lo haya buscado, no, yo creo que me lo propuso como un reto, a ver si podía ponerme a la par, algo así como un desafío. ¿Te acordás que no lo empecé yo, no? Me retó como quien invita a un duelo sexual, y espera una única y predecible respuesta, o quizás también para demostrarme una vez más su superioridad… quizás las dos cosas, igual ya no importa. Sé que nadie lo entendió de esa manera, pero fue así, me retó, nunca me van a convencer de lo contario. De otra forma no hubiese ido. Puedo soportar todo lo que digan, ya no va a hacerme mal.

Sabés, anteayer fui, a ver si me hablaba, estuve un rato largo tomándome todo el frío del umbral, pero no salió, debí suponerlo, hacía demasiado frío. Es posible que en unos días vaya otra vez. Seguro sale. La otra vez me pareció que me hacía una seña desde adentro, como que espere un ratito que salía, pero yo ya no podía, se hacía tarde y no podía esperar. Me sentí un poco mal por eso. Quizás debí haber sido más valiente y quedarme, pero de verdad no pude. Por eso voy a ir otra vez, hasta que salga. Quiero estar cerca otra vez.

¿Dónde me había quedado…? Ah, sí, en que me había invitado, a un duelo, a mí. ¡¿Cómo pensabas que no tenía que ir?! ¡Con la emoción que sentía! No tenés idea de cómo estaba yo. Ya sé que vos ibas al lado mío, pero nunca lo vas a entender, nunca vas a sentir lo mismo. Nunca lo sentiste.

¡Qué rápido salió! Cuánto vértigo… Al principio pensaba que no íbamos a alcanzar su auto, pero en seguida estuvimos a la par, ¿te acordás? Tan cerca, tan a mano compartiendo nuestros caminos… No te podía hacer caso. ¿No veías que cada vez que aceleraba me invitaba!

Seguro recuerda ese momento.

Mi mano estirada, que casi le rozaba la puerta, su ventanilla baja que me llamaba, y que de pronto se cerró, retándome más. Su cara mirándome a mí y al frente al mismo tiempo. Imposible que se haya olvidado de eso, del taxista que me gritaba que el auto no le daba más y de mis manos que querían alcanzar el vidrio y bajarlo. Seguro se acuerda también de tus brazos, tirando fuerte de los míos, como queriendo impedir el contacto. ¿Qué sentiría en ese momento? ¿Habría imaginado alguna vez tanto amor, tanta devoción? Yo sentí que mis ojos por fin estaban haciendo justicia degustando los suyos tan cerca, esos ojazos que no paraban de mirarme y que me seguían retando, vidrio por medio, y me incitaban al duelo. Un duelo anhelado que no demoró en llegar, llevando consigo el segundo soñado, efímero como la felicidad, en que nuestros caminos coincidieron, colmándome de satisfacción plena. El encuentro que mucho habíamos esperado y que de pronto se hacía realidad; y mis huellas, que empezaban a marcar de a poco sus destinos. Quién podría olvidar ese relámpago de amor, tan corto como el recorrido entre un par de pilotines, en que su éxito comenzaba a ser también mío, y su goce, ahora compartido, se me colaba en el cuerpo a través de sus manos, que tocaban las mías derrotando la incertidumbre que nos daba la velocidad, y destruyendo el vidrio que nos separaba. Y vos, omnipresente como siempre, que no podías contenerme, y a esa altura ya deberías haber dejado de esforzarte. No lo ibas a lograr. ¡¡Por qué no lo entendiste!! ¡¡Por qué!! Por qué caíste en ese tiempo tan confuso, tan mío y nuestro en que la gloria se aunó con el ruido, y la memoria se excitaba con tanto por guardar. Y el taxista contagiado, que todavía me grita, que nuestras sendas se cruzarían en segundos, y que si seguía ya no podría volver. Y entonces siguió, y no volvió, y al cruzarse los caminos provocaron la peor de las paradojas, la del alejamiento después del cruce fugaz. Un alejamiento contenido por tu abrazo y tu protección, un alejamiento que truncaba el más intenso de los contactos… y entonces, como una pantalla de cine que se apaga, como el final de una obra póstuma… inundó la escena nuestro silencio repentino, envuelto en ruidos cerrados y confusos… y brotando de su corazón, como recompensa por tanto amor, la incandescencia de hierros que su vida comenzaba a regalarle para siempre a la mía; y desde lo más profundo de tu amor, incondicional y tonto amor, surgía heroica la coraza, desprendida y protectora, que tu cuerpo generoso le brindaba para siempre al mío, para que hoy esté bien y pueda venir a decírtelo, y a agradecértelo. Y mi deber que estaba siendo cumplido, quemando para siempre los halagos, derritiendo las risas y agitando los llantos, de ustedes y de los otros.

Las risas que ostentaban, y el llanto que ahora rompen, los otros, como vos, que habían llegado antes que yo, pero que no resistieron, y ya nunca llegarán a tocar su piel.”

Cuestión de Tiempo



Antes que me tomes por sorpresa

escaparé cuanto pueda.


Antes que me ganes la jugada

entre dientes escondida

te rendiré más de mil noches.


Antes que aventures humillarme

alardeando de tu logro

presumiendo tu victoria

dejaré seguro legado.


Antes que llegues a tu hora

demostrando otra vez

tu certera incertidumbre

tu voz lenta que me guía

atrasaré los relojes.


Ya quebrado ganarás mi pena

y tu lucha no será más mía.


Fiel a tu nombre, usurera

gozarás en estériles sollozos

más mi sangre pura y alumbrada

vedará del llanto tu razón.



Hasta vos pelearé por no encontrarte.



Pávida de vergüenza recibirás mi venganza

el día que estés cerca, la noche que me escape

antes que me lleves a tu parte

donde te piensan dueña

y te adoran señora

donde muchos te temen y algunos te veneran.



Me verás, te enfrentaré.



Y sufrirás mi poder.