Tan solos



Naufragó su barco.
Aferrados a maderas rotas los recibió una isla tranquila y despoblada.
Hasta ser rescatados vivieron allí noches extensas y días calurosos.
Únicamente ellos, mujer y hombre, llenaban los espacios que la soledad planteaba.
Era uno de esos lugares donde el pecado pierde su nombre, altera su forma y cambia el sentido.
Ambos dignos del paladar más exquisito.
Y ambos tentados con tan cercano manjar...
y a pesar de todo...
nunca se besaron, ni siquiera se tocaron.
Para qué...
si tanta era la soledad...
que no había a quien contárselo.



Cambio de planes



Querida:
El sueño que intento conciliar no aparece ni en sombras debido a la duda incesante, que he de plantearte por medio de esta carta.
Una tristeza muy extraña noté ayer en ti, durante el funeral de tu esposo, trágicamente difunto.
No pude dejar de ver en tu persona los signos elocuentes del abatimiento, el desconcierto y la desesperanza. Desarmada en vida te percibí. Tus ojos, fuente interminable de lágrimas, llegaron incluso a mojar los míos a la distancia.
Lo que emanabas era una tristeza demasiado real, de muerte, de incertidumbre, del corazón.
Por supuesto siempre supuse que lo ibas a fingir muy bien, mas nunca creí que pudieras sufrirlo de esa manera. Eso sin dudas era fruto de la cruda realidad. Creo conocerte lo necesario como para sentir en mi pecho el alboroto del tuyo.
Con el fin de evitar sospechas en los presentes, me esforcé mucho por no exagerar mis condolencias ni mi abrazo contenedor. Necesité una frialdad extrema para no abrazarte y fundirme contigo como hubiese deseado.
Amor mío, objeto de mi pecado más terrible, hoy al fin tenemos en las manos todo lo que hace tanto queremos. Tenemos el tiempo, la fortuna, la pasión, las fuerzas. Y sobre todo nos tenemos a nosotros, libres, para disfrutarnos, para bajar los sueños a la tierra y vivir, por fin, juntos.
Y aun teniendo todo eso, no logro hacer que la duda abandone mi pensar. ¿Qué es, amor mío, lo que genera en ti tan denotada tristeza?


Querido:
He pensado largamente en estas horas, desde que mi esposo nos dejó.
Es verdad, mis lágrimas eran ciertas, no era yo quien manejaba mis ojos, y mi pesar no se lo desearía ni al verdugo más experimentado.
Es por eso que he pensado tanto y entonces pude darme cuenta de algo.
En realidad, mi amante fiel, quisiera que seas tú quien se quede con todo lo que hemos logrado. Con nuestro tiempo, con la fortuna que heredamos, con los sueños. Con todo lo que tenemos y sentimos puedes quedarte.
Disfruta todo lo que una vez planeamos, vive con pasión y recuérdame siempre, viva como hasta hoy.
Ya no te necesito.
Ya no te pienso ni te extraño.
Sé que soy cruel contigo, pero debes saber que el único sentimiento que hoy llena mi alma es la tristeza. Y es una tristeza sin adjetivos, una tristeza que no admite variantes ni apelación. Es la única y primitiva tristeza.
Y entonces, tú, motivo de mis planes más oscuros, también deberás entender que ya nada de lo que pensamos es lo mismo para mí.
Al armar con dedicación y esmero esta trama secreta, nunca supe contemplar algo que era tan importante como el plan mismo.
Y ahí radica, quiero que sepas, el motivo de mi tristeza.
Ahora nada de esto tiene sentido, querido...
...es que ya no tengo a quien engañar.