La sombra de la luna
el brillo penetrante por la hendija y castiga
la luz que nunca se calla
y otra vez la telaraña, enredada en mi Zama
La canción perdida entre paredes viejas
el grito acunado por tu espanto
un perro moribundo que suspira
y el silencio venerado, después del llanto
Sube el canto a la cima
se anuda en mi cuello
baja el cielo y cobija
el pecho solo y sangrado
El sol de un viejo maya
calienta la poesía
la frase nunca dicha
la curva de un olvido más
que cierra los ojos, pero impide soñar.
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