Mi deber cumplido

Anuda la manga estirada del pulóver, parece confundirse, cruza una pierna por debajo de la otra, escribe:

“Todavía me cuesta creer que pude salir. Pensé que no lo iba a superar, con lo reciente que es, por suerte me parece lejano. Ahora que lo tengo más claro, me gusta recordar, un poco lo disfruto.

Te dejo esto para que sepas que estoy bien, y para volver a agradecértelo.

Sé que mucho de lo que viví fue gracias a vos, y nunca voy a olvidar que fuiste vos quien me acercó, y cuando pasó un tiempito casi no me conocías, de cómo me había fanatizado. Pensar que yo ni sabía que existía, y qué importante se volvió después…Cuando a lo lejos comenzaba a verle la cara, que nunca importaba que estuviera lejos, porque brillaba de una manera que acortaba distancias… Y empecé a escuchar su voz, y a disfrutarla… ¡qué locura esa voz! ¡Y esos ojos! Y de a poco me fui interesando en su vida, y me gustaba aprender lo que me enseñabas, de esa vida agraciada, quizás demasiado agraciada, tan llena de éxitos, tan arriba de nosotros… quizás demasiado.

Fueron momentos imborrables que hoy, a pesar de todo, me siguen llenando el alma… igual que cada una de las veces que estuve cerca, aun anónimamente, sin que se diera cuenta, cerca con el corazón. Aquel cruce de miradas en el pasillo, haciendo míos esos ojos que no hubiese querido devolverle nunca, cómo voy a olvidar esos momentos.

Ahora que veo todo lejos, me reconforta. De verdad creí que me iba a terminar. Y pensar que al principio, acercarme y rozar su piel eran deseos quiméricos. Jamás pensé que me lo iba a permitir.

Me acuerdo cuando decía que nos ponía pidiéndonos que vayamos en secreto a algún lugar, para dejarnos esperando algo que no iba a llegar nunca. Y decía que lo hacía para ver si seguíamos fieles. ¡Cómo no íbamos a seguir fieles! Yo por lo menos… tengo la conciencia tranquila, nunca defraudé sus proposiciones, y no las voy a defraudar, eso seguro. ¡Eso es amor che!

Con decirte que una vez corrí casi treinta cuadras desde casa hasta la ruta porque decían que iba a pasar. Bah… qué te voy a decir a vos, si estabas conmigo, siempre estabas conmigo, no te ibas nunca… Yo jamás había estado tan cerca, iba a ser la primera vez y cómo corrí… bien fuerte, todo lo fuerte que pude... Ya sé que fue en vano, pero no me molestó, igual me gustó hacerlo, aunque nunca haya pasado. Demostrarle amor y devoción incondicional me llenaba de orgullo.

Siempre voy a adorar su genialidad, su estampa, su manejo de los tiempos, todo ese éxito magistralmente manejado. ¡Qué manera de triunfar! ¿Por qué siempre estuve tan lejos de eso?

Sé que si no hubiese sido por vos, yo seguramente no… No entendí esa mirada tuya, igual te lo agradezco.

Vos también debés tener unos cuantos recuerdos.

Pensar que me fuiste a buscar y casi nos peleamos porque yo no quería volverme. Es que era el momento, ¿cómo puede ser que nunca lo hayas entendido? Estaba ahí, cerquita, a mi alcance. Me había preparado mucho para eso, para que no se me vaya, ¡cómo me iba a volver con vos! Si estaba ahí, en la salida, ¡ahí, en el pasillo!, con la sonrisa abierta y los cristales de la ducha brillándole en la cara… con el pelo mojado, con ese cansancio satisfactorio de haber conmovido a tanta gente, todo eso en frente mío. ¡Y el guiño! Ese que solamente yo capté. ¡Cómo me iba a volver con vos! ¡Si me hizo un guiño como creo nunca le había hecho a nadie! Y no era para vos. Ojalá algún día te convenzas de eso.

No me acuerdo muy bien del taxi viejo que paré primero, y que dejé ir porque no le tuve fe, no sé por qué no pude retener eso… del otro sí, del más moderno sí me acuerdo, que llegó en seguida, como si me lo hubiese mandado invitándome, de ese sí me acuerdo, pobre taxista. Y de vos… subiéndote de última, casi resignándote a no poder convencerme. Tengo todo tan presente… como si hubiese sido ayer. Está bien que no pasó tanto tiempo, pero para mí fueron siglos. Esos minutos larguísimos que parecían estancarse, hasta que al final salió y asomándose entre la curiosidad de la gente me miró ¡A mí me miró! Bajando apenitas la ventanilla pudo filtrar un rayito de luz de esos ojos para mirarme, y solo con eso llamarme, urgente. Así, sin decir nada. ¡Urgente!

A veces siento que me mira igual que aquella vez, con esa sonrisa compinche que sacaba.

¡Cómo no iba a irme en su búsqueda! Si con esas miradas estábamos pactando secretamente la persecución, procurando que nadie lo notara, solamente con un guiño. No podía no ir, ¡tenés que entenderlo!

Qué lindo fue el juego, algo previsto sin prever, un juego que empezó a las pocas cuadras, y no porque yo lo haya buscado, no, yo creo que me lo propuso como un reto, a ver si podía ponerme a la par, algo así como un desafío. ¿Te acordás que no lo empecé yo, no? Me retó como quien invita a un duelo sexual, y espera una única y predecible respuesta, o quizás también para demostrarme una vez más su superioridad… quizás las dos cosas, igual ya no importa. Sé que nadie lo entendió de esa manera, pero fue así, me retó, nunca me van a convencer de lo contario. De otra forma no hubiese ido. Puedo soportar todo lo que digan, ya no va a hacerme mal.

Sabés, anteayer fui, a ver si me hablaba, estuve un rato largo tomándome todo el frío del umbral, pero no salió, debí suponerlo, hacía demasiado frío. Es posible que en unos días vaya otra vez. Seguro sale. La otra vez me pareció que me hacía una seña desde adentro, como que espere un ratito que salía, pero yo ya no podía, se hacía tarde y no podía esperar. Me sentí un poco mal por eso. Quizás debí haber sido más valiente y quedarme, pero de verdad no pude. Por eso voy a ir otra vez, hasta que salga. Quiero estar cerca otra vez.

¿Dónde me había quedado…? Ah, sí, en que me había invitado, a un duelo, a mí. ¡¿Cómo pensabas que no tenía que ir?! ¡Con la emoción que sentía! No tenés idea de cómo estaba yo. Ya sé que vos ibas al lado mío, pero nunca lo vas a entender, nunca vas a sentir lo mismo. Nunca lo sentiste.

¡Qué rápido salió! Cuánto vértigo… Al principio pensaba que no íbamos a alcanzar su auto, pero en seguida estuvimos a la par, ¿te acordás? Tan cerca, tan a mano compartiendo nuestros caminos… No te podía hacer caso. ¿No veías que cada vez que aceleraba me invitaba!

Seguro recuerda ese momento.

Mi mano estirada, que casi le rozaba la puerta, su ventanilla baja que me llamaba, y que de pronto se cerró, retándome más. Su cara mirándome a mí y al frente al mismo tiempo. Imposible que se haya olvidado de eso, del taxista que me gritaba que el auto no le daba más y de mis manos que querían alcanzar el vidrio y bajarlo. Seguro se acuerda también de tus brazos, tirando fuerte de los míos, como queriendo impedir el contacto. ¿Qué sentiría en ese momento? ¿Habría imaginado alguna vez tanto amor, tanta devoción? Yo sentí que mis ojos por fin estaban haciendo justicia degustando los suyos tan cerca, esos ojazos que no paraban de mirarme y que me seguían retando, vidrio por medio, y me incitaban al duelo. Un duelo anhelado que no demoró en llegar, llevando consigo el segundo soñado, efímero como la felicidad, en que nuestros caminos coincidieron, colmándome de satisfacción plena. El encuentro que mucho habíamos esperado y que de pronto se hacía realidad; y mis huellas, que empezaban a marcar de a poco sus destinos. Quién podría olvidar ese relámpago de amor, tan corto como el recorrido entre un par de pilotines, en que su éxito comenzaba a ser también mío, y su goce, ahora compartido, se me colaba en el cuerpo a través de sus manos, que tocaban las mías derrotando la incertidumbre que nos daba la velocidad, y destruyendo el vidrio que nos separaba. Y vos, omnipresente como siempre, que no podías contenerme, y a esa altura ya deberías haber dejado de esforzarte. No lo ibas a lograr. ¡¡Por qué no lo entendiste!! ¡¡Por qué!! Por qué caíste en ese tiempo tan confuso, tan mío y nuestro en que la gloria se aunó con el ruido, y la memoria se excitaba con tanto por guardar. Y el taxista contagiado, que todavía me grita, que nuestras sendas se cruzarían en segundos, y que si seguía ya no podría volver. Y entonces siguió, y no volvió, y al cruzarse los caminos provocaron la peor de las paradojas, la del alejamiento después del cruce fugaz. Un alejamiento contenido por tu abrazo y tu protección, un alejamiento que truncaba el más intenso de los contactos… y entonces, como una pantalla de cine que se apaga, como el final de una obra póstuma… inundó la escena nuestro silencio repentino, envuelto en ruidos cerrados y confusos… y brotando de su corazón, como recompensa por tanto amor, la incandescencia de hierros que su vida comenzaba a regalarle para siempre a la mía; y desde lo más profundo de tu amor, incondicional y tonto amor, surgía heroica la coraza, desprendida y protectora, que tu cuerpo generoso le brindaba para siempre al mío, para que hoy esté bien y pueda venir a decírtelo, y a agradecértelo. Y mi deber que estaba siendo cumplido, quemando para siempre los halagos, derritiendo las risas y agitando los llantos, de ustedes y de los otros.

Las risas que ostentaban, y el llanto que ahora rompen, los otros, como vos, que habían llegado antes que yo, pero que no resistieron, y ya nunca llegarán a tocar su piel.”

Cuestión de Tiempo



Antes que me tomes por sorpresa

escaparé cuanto pueda.


Antes que me ganes la jugada

entre dientes escondida

te rendiré más de mil noches.


Antes que aventures humillarme

alardeando de tu logro

presumiendo tu victoria

dejaré seguro legado.


Antes que llegues a tu hora

demostrando otra vez

tu certera incertidumbre

tu voz lenta que me guía

atrasaré los relojes.


Ya quebrado ganarás mi pena

y tu lucha no será más mía.


Fiel a tu nombre, usurera

gozarás en estériles sollozos

más mi sangre pura y alumbrada

vedará del llanto tu razón.



Hasta vos pelearé por no encontrarte.



Pávida de vergüenza recibirás mi venganza

el día que estés cerca, la noche que me escape

antes que me lleves a tu parte

donde te piensan dueña

y te adoran señora

donde muchos te temen y algunos te veneran.



Me verás, te enfrentaré.



Y sufrirás mi poder.