Tarde



Se levantó agitado, invadido por la culpa.

La noche anterior había reprendido y golpeado brutalmente a su hijo, una vez más.
En el momento sintió haber hecho lo correcto, pero sueños cruentos le mostraron su exceso.
Fue rápidamente hasta la habitación. Quería pedirle perdón. No pudo. Lo acarició con la mirada y lloró. Lo contempló un momento mientras permanecía quieto en su cuna.
Se le hacía tarde. Se vistió presuroso. Cuando estuvo listo fue a saludarlo.
A pesar de su apuro lo destapó despacio.
Un moretón en una pierna lo paralizó. Y otro más, cerca del ojo. Y en la sábana una pequeña mancha de sangre que ya se había secado.
Tiras de imágenes horribles les estallaron en la conciencia. La vista nublada y las manos estremecidas.
Con todo el cuidado que pudo lo alzó en sus brazos para llevarlo con su mamá, que dormía. En el camino trastabilló con un juguete. No se despertó.
Lo apoyó con suavidad. Lo tapó. Se alejó unos pasos. Ninguno de los dos se movió.
Con un beso corto y en el aire, se despidió de ambos. Hasta la tarde.
Cerrando la puerta alcanzó a oír a su mujer que se quejaba, de la manía de su hijo de destaparse a mitad de la noche, y cómo no se enfermaba, con lo helado que amanecía siempre.



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