La inocencia, la felicidad plena




El siguiente texto es un pequeño fragmento de una narración encontrada y transcripta en 1869 por el incisivo explorador inglés llamado Joseph Sttein.

En la misma se describía la manera en que un ciudadano maya expresaba su estado de ánimo a sus pares, quienes lo contemplaban orgullosos.

Sentado sobre el pasto, descansado, con la cara curtida pero bosquejada por trazos de satisfacción, el reciente padre agradece así:

«Dos noches distamos ya de ese precioso momento en que la reina Cab [1] nos obsequió lo que tanto deseábamos.

Clareado por una luna enorme y brillante, el vientre digno de la madre se abrió al mundo y alumbró el camino para que nuestro niño brote de su interior.

Ahora el sol abriga a ambos. Los dolores de la madre se han ido y con lágrimas lo bendice, a cada caricia y con cada mirada.

Estamos los tres aquí, de carne y de alma reconfortados. Rodeados de los nuestros, que son como nosotros.

El niño llora y se alimenta de ella; y ella lo cuida más que a ella misma.

Y yo los brazos, plenos de fuerza contengo.

Inundado el cuerpo de sangre renovada, de sangre nuestra que ahora es una; dispuesta más que siempre a ser latida, a ser honrada.

La ilusión nos conmueve, y es ahora, que nuestros días y nuestras noches no serán iguales, no estaremos solos.

Todos aquí celebran al bien nacido. Reunidos celebramos la vida nueva y la nuestra.

La tierra, el aire, el sol y el agua expresan su emoción a nuestro alrededor, augurando épocas fructíferas.

Maizales extensos nos abrazan y el niño que nos enviaron fortalece esa idea.

Hechizados por una calma bella, más bella que los ojos y más calma que el silencio, esperamos todos juntos el futuro promisorio.

Retumban nuestros corazones, agradeciendo con devoción a IxChel [2] por haber confiado en nosotros; y completos, y colmados, de gozo y de esperanzas, nos regocijamos porque sabemos, que los tiempos mejores todavía están por llegar.»

[1] Cab: Tierra, en maya yucateco

[2] IxChel: Diosa maya de la fertilidad


El relato concluye dejando constancia de la fecha. Me
permito transcribirla tal cual está, en su idioma original:

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(11 de octubre de 1492, en el calendario Maya)



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